El niño desde pequeño se interesa por todo aquello que lo rodea, encuentra en la naturaleza y sus elementos lo que constituye su pequeño mundo personal, el  cual inspira sus juegos, sus primeros dibujos (flores, sol, mariposas, arboles, etc.)


El niño ama la naturaleza, la conoce bien, ella le proporciona sus primeras alegrías, es su amiga; pero poco a poco su espíritu y sus intereses van cambiando, descubre el mundo,  la vida y olvida a su amiga la naturaleza que se convierte para él en un objeto más, reservado a los amantes de la soledad, a los soñadores, a los naturistas.

Se convierte en un ser prematuramente envejecido y en el cual el frescor de la naturaleza pasa a un segundo lugar.
Por tal motivo es conveniente inculcar en los niños y en los jóvenes la verdadera afición a la naturaleza en tanto son capaces de asimilarla. E ahí la importancia de la labor educativa, ya que en la naturaleza podemos encontrar una enorme gama de inspiración y de actividades educativas, morales, intelectuales, físicas, artísticas, entre otras.
  


v  Valores fundamentales para la convivencia

v  Espíritu creativo y observador

v  Educación de los sentidos (observar, oler, escuchar, gustar, tocar)


 

El contacto con la naturaleza pone a nuestra disposición una abundante cantidad de elementos extraordinarios que nos permiten hacer con ellos una cantidad de maravillosas obras; pero  a menudo pasamos junto a estas riquezas sin prestarles atención, sin pensar en su posible utilización, sin prever,  y con mucha frecuencia  llenos de prejuicios y escépticos en cuanto a los resultados posibles, ya que queremos lo espectacular y las cosas demasiado sencillas son erróneamente dejadas de lado, cuando precisamente son ellas las que nos pueden proporcionar más.